El Diario de Marta la Rara

El Diario de Marta la Rara
Ana Bermejo

martes, 24 de septiembre de 2013

Marta loves Mexico

No, si yo no paro de cotorrear, que si un viaje por aquí, que si un viaje por allá... Andaba yo a  punto de a largarle al people, aquello de una de fauna total- la prima de mi padre de Nueva York  anda tan crazy que te puedes encontrar al loro en la cama, o al gato durmiendo en el lavabo - y te juro por la cruci que es verdad- cuando me he acordado  de Rosita...Sí, Rosita, la hija de unas vecinos mexicanos de mi ¿tía? Marina que también estuvieron en nuestra fiesta de bienvenida. Me acabo de acordar, porque me ha mandado un e-mail con una fotos en las que estoy horrenda como always y con cara de papagayo oriental, danzando entre los cedros del jardín de my aunt. Ella, morenita y con su  pelo azabache sonríe, mientras que servidora, pálida cual  acelga pocha, parece a punto de vomitar. ¡Que rabia jopelines, en las fotos siempre salgo como un cruce entre Frankenstein y mi hermano Nacho, je, je, je. Mira que estás horrorosa, me ha soltado el sapo apestoso de Nacho, mirando mi ordenador por encima de mi cocorota. Es que te pareces... Te pareces..., seguía el muy mustio dale que te pego  a su cantinela. Me parezco a ti, pedazo de cenutrio, le he largado yo, cerrando a NOB de golpe. ¡Pobrecito...! ¿Quién va a ser, jopelines? Pues mi ordenador. Después de mandarle a freír monas con viento fresco, - a mi hermano, como voy a mandar a hacer gargaras a NOB, ¿¿¿¿¿????- he vuelto a mirar el e-mail de Rosita, mi nueva amiga mexicana. Rosita siempre ha vivido en Nueva York, y espitinglea  como los mismos americanos, ah y cuando habla español tiene un acento como más marchoso,  como si estuviese cantando. Yo no conozco Mexico, pero me encantan los nachos, las quesadillas, los jalapeños y la cochinita Pibil, porque cerca de casa de mi amiga Cari hay un restaurante mexicano que se llama Viva Mexico y a veces su father nos invita a picotear.
Bueno, a lo que iba, que una se lia como las croquetas. Rosita, cuando me la presentaron, me miró con ojos de huevo y me dijo que ya me conocía, que este verano había estado en México y había leído mis aventuras  ¡Qué no te lo crees? ¡Oye, que no me estoy tirando el moco, que te juro por la cruci  que es verdad! Te juro y rejuro que me dijo que en su país también han cotilleado mis andanzas y algunos se saben mis dimes y diretes al dedillo. "Claro- me dijo Rosita- eso que sueltas unas words que no hay quien te entienda; y ese...  diccionario final es de... jua, jua, jua". Creo que quería decir que era de risa. Jopelines, la cosa tiene narices, así que yo dale que te pego al cerebelo`para explayarme a tope y que me entienda el mundo mundial y luego algunos no pillan ni media.  Pues que sepáis que esto no se va a quedar así, ah nooooo. Que para eso una es la presidenta de la  RAO ( Real Academia de la Lengua Ortiz). Así  que si alguien no entiende mis palabros pues que me pregunte, joé. A lo mejor  podemos  montar un diccionario trilingüe mexicano-español-martil.  Porque a mí también me gustaría saber como le llaman en Mexico, en Colombia, en Chile, en Perú, en Argentina o en Guatemala a un cenutrio total. Vamos a un tonto del bote. Eso, por poner un ejemplo. Y que quede bien claro que cuando una dice un repente, quiere decir un flux y que un mastuerzo, es un bobolindo, un sinsorgo, vamos el parte peras de mi hermano. Y con eso termino por hoy mi clase de Lengua. He dicho.

Marta trilingüe.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Rumbo al más allá

¿Qué quieres saber cómo continuó la historia? Pues espera que ahora te cuento. Estaba una en Manhattan, hecha unas castañuelas de tanta emoción, vamos en mi salsa -con el colodrillo al biés de tanto mirar parriba, pero en mi salsa-  cuando el muermo de  my father pilló el trole y con eso de que teníamos que ir a casa de su prima que nos esperaba a cenar, y que era una descortesía llegar tarde y que si esto y que si aquello... nos embutió a todos en el coche que había alquilado en el aeropuerto y puso rumbo al norte. Bueno, más bien rumbo a la calle 42, porque Ignacio I el Grande no andaba muy ducho en eso de virar y revirar por Manhattan, y cruzar tres calles le costó toda una eternidad. Mi abu, que andaba hecha fosfatina y con la pata izquierda renqueante de tanto subir y bajar por la Quinta Avenida, iba tan pichi: ¡Mira que gente más maja!, si hasta nos saludan al pasar! Joé, abu, estás sonotone total, le repliqué yo, saludarrrrrr.... lo que están es echando pestes de papá que conduce en plan tortuga. Y es que entender yo no entendía ni papa de lo que decían, pero tampoco hacía falta ser Obama para saber que cuando uno saca el puño por la ventanilla, babeante y con los ojos a punto de salirse de las órbitas, no te está diciendo bye bye. Los coches nos adelantaban por la derecha, por la izquierda... y hasta hubo un taxista que estuvo a puntito de pasar por encima de nusaltres. Vamos una pasada total. Mi padre sudaba, mia mamma cerraba los ojos y Nacho no decía ni mú. Yo empecé a ponerme de los nervios cuando vi como los rascacielos se quedaban atrás, allá a lo lejos. "Jopelines, venir a Nueva York para esto", empecé a rezongar yo para mis adentros, para mis afueras y para el mundo en general. "Es que hay que ser de lo que no hay", insistía una lanzándole miradas de fuego al driver, vamos a my father, pero el tipo no se inmutó.  Tres cuartos de hora después habíamos recorrido dos manzanas y  dos horas más tarde, trás atravesar dos docenas de bosques, llegamos a Ardsley. Allí vivía la tía Marina. Joé, no se podía ir a vivir un poquito más lejos, gruñía yo, cuando una regordeta sonriente, se abalanzó sobre mi y me machucó el body con un abrazo interminable. "Tú tienes que ser Marta, ¿a que sí?" No me dio tiempo ni de responder, porque tras ella corrían dos chuchos gigantescos, tres gatos, dos conejos y  un loro, y todos, toditos se lanzaron sobre mí. Andaba yo tirada por los suelos, con cuarto y mitad de chucho lamiéndome la oreja, cuando Nacho, my brother, vino en mi rescate. "Vamos, tía tú siempre dando la nota". Le miré con mis ojos de hielo, pero el tipo ni se congeló. La prima de mi padre había invitado a una barbacoa a media humanidad, aquello era un festejo de los de verdad. El jardín estaba atiborrado de people, incluído un bellezón rubio, con ojos casi transparentes y sonrisa Profiden. Sí, ya sé que tengo un novio de los de verdad....¿Y qué? Le sonréi, me sonrió, pero yo, que con lo del jet lag andaba más pallá que pacá, después de ponerme bombiza de salchichas, al final me quedé flácida cual lenguado, dormida en un butacón, bajo un arce gigantesco. ¿Que como lo sé? Joé, porque al día siguiente seguia allí, hecha un burruño y con Honey, uno de los chuchos de mi tia, ¿o mi abuela? o yo que sé,  tumbado encima de mí. "No, si pierdo de vista a mi chucha - hablo de Baby, of course- para que me rechupetee otra pulgosa"... es que... Andaba yo dándome la barrila, y rebuscando entre los arces, al rubito de la noche anterior, cuando a  lo lejos oí decir a Ignacio I: Y esta mañana todos al Metropolitan. ¿Cömmoooooo? ¿Quéee.....? Ahhhhhh. no... servidora no pensaba ir en metro nunca más.

Marta on the road

Nuevo capítulo: una de fauna total.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Voy volandooooo.....

Bueno o mejor no, porque una tiene el estómago todavía tal que al biés. Oye no,  no es que una sea una tipa vomitiva, o vomitona, o yo que sé. Es que si hubiéramos nacido para volar, tendríamos en la espalda un par de alitas. ¿O no....?.

Ah, por cierto, no pienso soltar ni media de lo de novio (corazón, corazón, corazón), porque eso es una cosa pri- va- da, vamos personal y otras también tienen novio y no dicen ni mu.

Vale, bien, empezaré a desembuchar lo de mi journey a New York, pero luego no os quejéis... que cuando a una le dan carrete luego no sabe parar. Casi mejor me salto el viaje de ida, más que nada porque también vomité, ¿a  ver si la azafata de ida era también la de vuelta y por eso me embutió en aquel traje mugriento? Bueno, corto el rollo y a otra cosa mariposa.

Después de pasar horas y horas y horas, sentada en un asiento más bien birrioso, con una alemana tamaño bulldozer en el asiento de atrás que me dejó la riñonada al jerez, al fin puse pie en Nueva York, o en New York, vamos en la gran manzana. ¿Por qué le llamarán manzana, en vez de fresa o ciruela claudia? Tengo que investigar. Cuando nos dieron suelta en el avión, yo me lancé hacia la terminal en plan kamikaze, - con una pata renqueante eso sí, porque se me había quedado dormida de ir siempre en la misma postura,  y no te cuento como iba mi abu, doblada cual croasen- Estaba como loca por ver Manhattan, y por subir 18 veces seguidas al Empire State Building, porque seguro que allí no aparecía la pava de Patricia López... pero entonces llegó la primera sorpresa. ¿Papí, a qué hotel vamos?, le pregunté yo a mi progenitor, y my father me miró con ojos de huevo. ¿Hotel...? de que hotel hablas. No, no íbamos a ir a un hotel justo al ladito de Central Park, un parque inmenso que por tener tiene hasta zoo, para lanzarme de cabeza a una cama king size y ponerme bombiza de donuts.   My father me la había vuelto a jugar.  Ignacio I el grande me soltó así como así que de hotel nothing de nothing, vamos que íbamos a quedarnos en casa de una prima suya que vivía  muy cerquita de Manhattan. ¿Cerquita? pregunté yo, más bien moscona. Sí, a 40 millas o algo así, me respondió la Baquero sin cortarse ni un pelo. ¿Cómo....? ¿Quéeeeeee........? Que no voy a poder caminar por la 5ª Avenida antes de cenar? ¿Ni desayunar cerquita del Empire State Building?   Pues de aquí no me muevo, grité yo a los cuatro vientos, dispuesta a hacer una sentada sobre mi maleta de aquí a la eternidad. El primer machucón me lo soltó el cenutrio de Nacho, el sapo apestoso que dicen que es mi hermano, y cuando estaba a punto de recibir un sopavirón por parte de la línea materna, intervino un poli tamaño armario ropero y le espetó a my father: "Quick,  Hurry up", vamos,  que allí no se podía parkear. No, no cedí ni un milímetro, seguí impertérrita mirando al frente, así que tuvieron que llevarme en plan paquete, maleta incluida. Eso sí,  me llevaron a Manhattan, porque una ya estaba dispuesta a dejar de respirar. Pues sí, recorrí  la QUINTA AVENIDA a pata coja de arriba abajo, de abajo arriba  y vuelta a empezar. "Lo del Empire State lo dejamos para otro día", me soltó my mother, porque insistió en que se nos estaban haciendo las mil. ¿Prometido? pregunté  con ojos de musaraña a mi padre. Prometido, me aseguró Don Ortíz. ¡Jopelines que edificios tan inmensos! si casi no tienen fín! grité para mí, para ti y para todo el que quiso oírme. Me quedé como embobada mirando hacia arriba. Me pasé tanto rato mirando al cielo que luego me tiré dos días con la nuca apalancada en la espalda, vamos como esas cursis que miran con la nariz hacia el techo, en plan gigantillas.

Próximo capítulo: Rumbo a Marina' s home.


Vuestra amiga,


Marta

domingo, 8 de septiembre de 2013

Valeeee, ya va......

Buagggggg...... os juro por la cruci que empezaré a largar en cuanto acabe de vomitar. Es que.... es que.... aún tengo el estómago dando saltos. ¿Alguien ha oído hablar de las turbulencias....? ¿Nooooo....? Pues es algo así como un tiovivo pero a lo bestia. Iba una tan ufana en su asiento de turista, ese en el que no te caben las piernas y no te dan ni un cochino cacahuete para llevarte al diente y además, puedes tener un compañero de asiento orondo cual elefante africano que te deja sin respiración (eso ya lo contaré otro día), cuando los tres vasitos de agua que me había largado la azafata hicieron efecto y tuve que deslizarme por un pasillo birrioso rumbo a ese armarito que ellos llaman W.C.  Estaba una..... bueno como estaba... cuando la azafata anunció a voz en grito: Ajústense los cinturones.... entramos en turbulencias.  ¿Ajustarme? Lo único que pude ajustarse fueron los cordones de la zapatilla. Y eso no sirve, joé. Y hala para arriba, para abajo, para la izquierda para le derecha y vuelta a empezar. Pues sí, lo has adivinado, mi estómago fracasó y acabé vomitando por doquier, al por mayor, al por menor y en rebajas. Vamos, que lo puse todo hecho un asco. Salia yo del cuartito rebozada en una masa infecta, cuando la azafata me echó el ojo. Y después de aullar un: Ohhhhhhhhhhhh interminable, me embutió en una especie de traje de buzo transparente y me trasladó a mi asiento para que: "Ya no me volviese a mover de allí en todo el viaje! Y me lo dijo así, con todo el morro. Cinco horas después llegaba servidora  a Madrid hecha unos zorros, y así sigo. Jopelines.

Próximo capítulo: Una foca morsa  me machaca el riñón.

Besitos, Marta