El Diario de Marta la Rara

El Diario de Marta la Rara
Ana Bermejo

viernes, 20 de abril de 2012

Muda cual ciempiés



Mi amiga Cari dice que soy una petarda. Que me dedico a contar batallitas como su tío abuelo, que tiene mil y un años y está sordo cual turrón. Y la muyyyyyy no se corta e  insiste que si creo que al mundo mundial le interesan mi vida y milagros. Joé, además, la muy mandurria me ha soltado así, como si tal cosa, que está hasta el gorro de mi viaje a Estambul y que si me creo que el personal me va a escribir a mí contándome sus cuitas. Narices, y ahora que lo pienso, aquí sólo largo yo. Y pensando y pensando y devanándome la mollera, me he percatado de que a mí no me cuenta sus cuitas ni Baby y eso que se pasa el día ladra que te ladra la muy pig. Así que sabéis lo que os digo,  que ya no pienso farfullar ni media, es más, ni siquiera pienso deciros que  Súper Marta y Cía estará en las librerías el 10 de mayo. Pues eso, que lo sepáis, a partir de ahora no pienso irme de la húmeda nunca más. Que luego encima me llaman plasta. Y lo juro por la cruci.

La casi muda Marta

martes, 17 de abril de 2012

Ya no quiero ser princesa. Y punto

Estoy... estoy... de uralita. Oye, que hay gente que mata elefantes porque sí. Ah y también mata búfalos y leones y osos. Y luego, además, van y se hacen fotos para enseñárselas a los amigos, vamos como cuando saltas el plinto y haces doble tirabuzón y todos te aplauden y tú te crees una estrella.  Y encima sonríen y saludan a la cámara como si fuesen los reyes de la selva, mientras el pobre bicho despanzurrado mira al más allá. Y no, no es que hayan tenido que defenderse del ataque de un animal -me refiero al paquidermo- que se ha puesto farruco. No, es que hay gente que hace dopecientos mil kilómetros, armada hasta los dientes, sólo para cargarse en un plis plas a un bicho que un minuto antes ni churreaba ni murreaba, vamos que  iba a lo suyo, deambulando tan ricamente por la sabana. Joé, hay que ser bestia. Y no, ahora no hablo del paquidermo.  Pues sabes lo que te digo, que a ese personal  que le va matar bichos, yo lo tendrían  diez años liquidando las ratas de las alcantarillas y  los suburbios de las ciudades, que ahí si que tienen trabajo. Y los mandaría a África Central en patinete a eliminar a guantazos la mosca tse-tsé. Bueno y ya de paso, les encargaría de pasarles el hilo dental  a los cocodrilos del Nilo, que para eso sí que hay que tener valor.
Jopelines que no me voy de la húmeda, que hay gente muy mustia a la que le gusta despanzurrar animales. Claro que cuando eso lo hace un rey de verdad, pues como que a una se le quitan las ganas de ser princesa.

Marta

viernes, 13 de abril de 2012

Mogollón en el Gran Bazar

Mi amiga Andrea dice que soy una exagerada, que seguro que, a pesar de todo, me lo he pasado muy bien en Estambul. Más vale que Leire me comprende. No, si Estambul es una ciudad guay, si los que son unos plastas son los cenutrios de mia familia que quieren empapuzarme de cultura en minuto y medio y joé, lo que no puede ser no puede ser y punto. Ah y eso por no hablar de la pava de Patricia López. Narices, se puede saber por qué la muy gurrumina tuvo que elegir Estambul como lugar de vacaciones. Mira que requeteodio a esa cursi. Andrea dice que no es para tanto, claro que ella no estaba allí. Imagínate que de pronto, cuando estás en el más allá, aparece esa tipa que te rechincha de tu clase. ¿Es o no es para cabrearse? Ah y me he dejado el aroma de castaña asada que inunda Estambul y que tengo incrustado en el mismísimo cerebelo. Bueno y sí, lo reconozco, me gustan sus mezquitas, (aunque no tanto eso de ponerse el velo) y sus mosaicos ( aunque me repatea subir y bajar escaleras al por mayor) y sus valclavas y sus dulces de pistacho y sus delicias turcas y sus panecitos hinchados como globos y rellenos de queso... Así me he puesto yo, que  tengo una cara que parece una luna llena (eso por no hablar de esa parte de mi cuerpo que no puedo nombrar porque las señoritas no tienen C_ L _). No, no me he conformado con la media luna de la bandera nacional; turca, joé, que todo hay que explicarlo.
Lo que de verdad me pirrió, donde me lo pasé de muerte fue en el Gran Bazar. ¡Qué pasada! Imagina cientos y cientos de tiendas, miles y miles de bolsos, fulards, figuritas, especias, pulseras, collares, camisetas, jerseys... Y millones de personas que correteaban por su interior y cientos de tipos que te perseguían hablando castellano,  italiano, inglés, narices si hablaban hasta turco. Recórcholis, es que  todos son multilingües, como si hablar otra lengua fuera fácil, ¿Qué se lo pregunten a mi teacher de inglés? Je, je, je. Claro que cuando una estaba ya emocionada cual loca cabra, cuando me lanzaba a los puestos de cabeza dispuesta a comprarme dos mil y un recuerdos de Estambul, aparecía la mano de mi madre que me pillaba por el cogote al grito de: ¡Marta, hoy no compras ni una pulsera más! ¡Repámpanos fritos - gritaba yo- entonces para que me has traído aquí, para hacerme sufrir!  Más vale que Ignacio I el Grande andaba al quite, y al volver al hotel siempre me había agenciado una pulserita, unos pendientes o una camiseta más. Si es que mi padre, como dice mi abu, vale un Potosí. Ah y esto no te lo pienso explicar, si no sabes que significa se lo preguntas a tu abuela, o le dices que te lo explique a mi abu.
¿Qué quieres saber qué pasó con la pava de Pava de Patricia López? Joé, pues cuéntame tus vacaciones, si aunque sólo hayas ido a ver capirotes, porque aquí  la úníca que se va de la húmeda soy yo. Ah y no lo dejes para el año 2013, que servidora  es cotillona per se y me reconcome la curiosité.

Bye, bye.....Marta

jueves, 12 de abril de 2012

Aquí la torre Galata, aquí Marta

Narices, cuando a los adultos se les mete en el colodrillo que hay que culturizarse, pues  eso, hay que culturizarse. Así que después de mi visita a Hagia Sophia, los muy.... de mis progenitores cumplieron su amenaza y a las 6 menos cuarto del día siguiente tocaron el clarín: Todos arriba, tenemos que ir a ver la Torre Gálata. Yo con los ojos todavía pegurrutiados por las legañas me quejé, joé, pero es que se va a derrumbar antes de las 10. ¿Pero que dice esta niña? me espetó la gurrumina de mia mamma, a la vez que de un tirón me quitaba el edredón en el que estaba medio rebozada. ¡Arriba, ya! Sí señor, a sus órdenes señor, asentí yo. Claro que antes de que consiguieran sacarme del hotel, y después de ponerme hasta el colodrillo de miel, yogures y valclavas,  servidora se agenció unos dodotis por aquello de no ir dando el cante. Así que perfectamente empaquetada y con un faldita diminuta, no pensaba volver a ponerme pantalones vistas las dificultades de manejo, nos dirigimos en troupe hacia  la madrugadora torre.  Claro que a Ignacio I el Grande se le ocurrió que ya que hacía tan buen día podíamos ir caminado. Joé, grité yo, pero si tenemos el tranvía aquí mismo. Pero si nos dejará justo en frente de la cochina torre, insistí. Pero sí....traté de meter baza de nuevo. Pero nadie me escuchó. Es que aquí nadie me hace caso, me quejé amargamente mientras corría para pillar a los Órtiz que habían seguido caminando como si tal cosa.  ¡Vaya familia de la merde!, me dije para mi misma. O eso creí yo, porque justo cuando terminaba la palabra merde, alguien me soltó un sopavirón en el mismísimo colodrillo. Gritaba yo un uyyyyyyyyy, bien sonoro,  mientras nos desplazábamos hacia el más allá a golpe de calcetín, cuando se nos cruzó en el camino la Mezquita Azul, que el día anterior no habíamos visto porque les pillamos en pleno rezo. Así que dale que te pego a la mezquita. Quitate las zapatillas, ponte velo, calzate unos calcetines guarris que mia mamma previsora llevaba en su mochila, para contemplar un techo gigantesco atiborrada de florecillas azulonas y una moqueta llena de orantes mirando a la Meca.  Jopé, pero aquí no hay mujeres susurré yo y mi padre, señalando unos cúbiculos que había el fondo me respondió:  es que las mujeres rezan aparte. ¡Pero eso es una DISCRIMI... empecé a largar. Pero la mano de Ignacio I, tapándome la boca impidió que siguiese parloteando y la  pobrecita NACIÓN se quedó medio estrangulado en mi gaznate. Miré a mi padre como miro a mi hermano, es decir con requeteodio, hasta que me quitó la mano de la boca. ¡Marta, aquí hay que comportarse y respetar sus costumbres!, me soltó mi progenitor mirándome con ojos de grulla. Así que me quedé muda a perpetuidad y en cuanto los muy muermos dieron la visita por finiquitada los Ortiz al completo continuamos nuestra ruta por el cercano Oriente. Caminamos y caminamos, y seguimos caminando y cuando yo ya tenía los pies hechos mixtos, mi hermano señaló un punto en el cielo. ¡Mirad, allí se ve la torre!
¡Y hasta allí tenemos que ir andando! grité yo. Pues sí, cruzamos un puente. Ascendimos mismamente el Kilimanjaro, paso más o paso menos, y cuando llegamos a los pies de la famosa torre con la lengua fuera y los pies en plan membrillo, nos encontramos ¡uy sorpresa! con una fila larguísima de japoneses y americanos con cámara en ristre. Voy a terminar con complejo de hormiga, espeté yo hasta los mismísimos de tener que esperar mil horas al sol. O de indiota, me soltó el lenguaraz de ese que dicen es mi hermano, haciendo una gracieta más bien tonta con eso de la fila india. Ni le contesté, miré hacia otro lado displicente justo en el momento en que la fila se movió a golpe de empujón y me vi enclaustrada en un ascensor diminuto que iba hacia las nubes. Papá, mamá, grité yo mientras ascendía a las alturas. Estaba sola, bueno acompañada por  un tipo bajito con  bigote, una señora enlutada con ropajes que le cubrían de pies a cabeza, tres mocosos que me miraban como a un bicho raro, dos japoneses tamaño llavero y un tipo gigantesco que hablaba un dauchen, cartofen, diguen... Creo que era alemán. Y así en grupo, me llevaron en volandas por unas escaleras estrechitas hasta lo alto de la torre, desde donde oh milagro, se veía medio Estambul. ¿Has visto que vista? le oí decir a alguien a mi espalda. Y cuando ya estaba a punto de soltar alguna pulla por una frase tan tonta, la voz volvió a martillear en mis tímpanos, ¿Has visto que vistaaaa? Jopelines, no podía ser cierto, allí estaba la pava de Patricia López. Intenté camuflarme cual columnata y desaparecer en el hiperespacio, pero justo en ese momento oí la voz de mi madre que gritaba a toda pastilla: ¡Uy Maarta, has visto a quien hemos visto...? Le miré con ojos de urraca, mientras murmuraba para mí misma... No, sí ya decía yo que estas dos mustías tenían algo en común.

Más news tomorrow. Te espero en el Gran Bazar. Adióoooooooooossssssss. Marta

miércoles, 11 de abril de 2012

Hasta los mismísimos de velos y caminatas

Jopepelines, mira que estaba yo feliz cual perdiz con eso de irme a Estambul, pero la plasta de la Baquero y el muermo (sólo por esta vez )de Ignacio I el Grande han querido culturizarme en plan bestia, vamos hacer una "inmersión cultural en profundidad" , así que servidora ha acabado mismamente hecha unos zorros. Vamos, que ni repajolera idea tenía una de que su visita a Constantinopla iba a consistir en hacer la maratón de mezquita en mezquita, de museo en museo y vuelta a empezar. Que sí, lo reconozco, que una debe ser muy burra joé, pero he terminado de minaretes hasta... Sí,  hasta allí mismo.

Imaginate el plan:  6 de la mañana up, lánzate a por el desayuno, yogur y más yogur y pastelitos llenos de miel y hojaldre, se llaman valclavas o algo así, y con las manos aún pegurrutiadas por la miel lánzate a las calles a hacer una excursión al más allá, vamos mismamente a Hagia Sophia. ¿Pero no íbamos a ver Santa Sofía?  me quejé yo. La respuesta, un cocotón de mi hermano acompañado de la frase: Niña, no seas mema que eso es Santa Sofía. Ah!... exclamé yo, jolín, pues podían ponerlo más claro. Cocotón y medio más tarde llegamos a una fila larga, larguísima... Más bien interminable. Sí,  aquella era la fila para visitar la iglesia-mezquita-museo. Uff aquí nos van a dar la mil, pensé para mí.Y acerté. Tres horas después empezó la función. Que si te quitas los zapatos, que si te pones el velo cual ursulina,que si visitas mil y un rincón polvoriento. Y dale que te pego a  las escaleras, que arriba que abajo, que vuelta a subir.  ¡Oh, no, nos hemos dejado de ver un mosaico! Pues otra vez  a trepar escaleras para ver, más bien adivinar, al rey no sé que... Y venga japoneses que te atropellan y dale con los americanos que te espachurran y tú que te haces pis. Oye mami,  aquí por casualidad no habrá un servicio. ¿Un servicio en este momento, pero niña es que no tienes sentido común? me soltó la muy desaprensiva de mia mamma, escandalizada porque el arte me la trajese al pairo. ¡Seráaaaa...! Así que meándome viva continúe viendo lámparitas, farolillos, vitrinas... hasta que llegó la hora de... ¡Joé, si de visitar la Mezquita Azul! Ah, no, por ahí si que no pensaba pasar, así que poniendo mi cara más mustia, y apoyándome en una columnata por la que se pasa un dedo y te concede un deseo, solté a voz en grito. Sí, pues me meo aquí mismo. Y como mi madre sabe que una es de muelle flojo, mia familia al completo emprendió  zafarrancho para dar con un servicio donde la niña pudiese desaguar. Y lo encontraron claro que lo encontraron, pero allí no había taza, sólo un agujero en el suelo, con dos muescas, tipo suelas, para que pusiese los pies. Desaguar desagué, pero me meé los pantalones, las zapatillas, los pies... Me pringué hasta las pestañas. ¡Qué merde! ¡Que guarrindongada! me quejé amargamente... mientras mi madre me miraba con ojos de urraca. Jo, y cualquiera se lava las manos aquí, solté yo, mientras le echaba el ojo a un lavabo que debía ser del tiempo de las Cruzadas. Y así, asquerosa y humedita y con las manos empaquetadas entre kleenex,  me llevaron al hotel para que me cambiase de ropa. Si es que el que con  niños se acuesta... le oí decir al mastuerzo de  bobo-Nacho. Le miré con mi mirada de hielo, pero el muy gilipuá no se congeló.
Todavía estaba en la ducha cuando mi oído barrunto una nueva amenaza: ¡Y mañana a la torre Galata! Pues esta vez servidora irá con dodotis, dije alto, muy alto, pero para mis adentros. .
Si  quieres más informasao sobre mis holidays-maratón te espero mañana. ¡Ciaooooooo!