El Diario de Marta la Rara

El Diario de Marta la Rara
Ana Bermejo

viernes, 20 de diciembre de 2013

Entre el arrechucho, el oleaje y la estatua (de la libertad). Uaaaaaaaaaa

Después de ponerle a my father la cabeza como un bombo: "mira que venir a New York para ir de museo en museo", "anda que hay que ser", "pues si lo sé no vengo", que si esto o que si aquello, al fin Ignacio I el Grande (el pequeño es el mandurrio de mi hermano) decidió llevarme a dar una vueltecita por el puente de Brooklyn -que es lo más, casi tanto como la abuela de Rosita- y por la estatua de la libertad. Lo del puente de Brooklyn fue genial: gente que iba, gente que venía y Manhattan justo en frente. Ahhhh... y debajo el East River. Por un momento me vi como las protas de las pelis, con la melena al viento y con Brad Pitt a mi lado, mirando al más allá. Pero fue sólo un segundo, porque alguien me atizó en la cocorota y me dejó la melena como al bies. Era el mastuerzo de Nacho, el sapo apestoso que dicen que es mi hermano, que se nos había pegado en el journey. ¡Mira que es copiota, joé¡ Le miré con ojos asesinos y el tipo encima se rió. Un día le voy a soltar un languarinazo que va a aterrizar en Marte o más allá. Ya medio en volandas, porque había dejado mi coco aparcado junto al de Brad Pitt,  my father y yo y ESE nos fuimos hacia Battery Park. ¡Y yo creía que aquello era un parque de atracciones! Jopelines, joé. Pues no, allí sólo había barcos y más barcos... ¡Es que a la estatua de la libertad hay que ir en barco, so mema! oí decir justo en mi ear...Uffff, ufffffff. Le odio, le odio y le requeteodio. ¿En barco....? exclamé al borde del desmayo. Bueno... ejem.. ejemmm. a mí lo del barco como que no me va...es que mi estómago naufraga con mucha facilidad... y tanto traqueteo... y tanto aroma de pez... Me empezaron a temblar las rodillas y se me puso la tripa del revés. ¡Bueno sí, vomité y lo puse todo hecho un asco... Y qué...! O es que tú no vomitas nunca. Además, como dijo mi padre: "eso a los peces no les molestara" ¿Molestarles? Si llegamos a tierra con medio mundo pecil tras nuestra estela. ¿Comerán los peces donuts o pratzels...? o a lo peor es que allí la people vomita cantidad.  Iba yo con la cara más bien verde oliva y el ojo más flácido que un calamar cuando llegamos a los pies de la dichosa estatua. Era alta muy alta... jopelines si casi no se adivinaba la corona... ni la antorcha... Busqué con my eyes  el ascensor? ¡Ascensor.... llamé! Pero el tío andaba missing. ¿Qué hay que subir a patita por una escalera estrechita... llena de people...?grité  ¡Ah no, por ahí  no pienso pasar!  Mi progenitor me miró con ojos de lechuguino invernal y me espetó en mi mismísima nariz: ¿ Cómo dice usted señorita? ¿Qué me has hecho venir hasta aquí y ahora no quieres subir...? Subir... subí, sudando la gota  gorda y mosca cual mamut lanudo escocés. Y sí, me dio el arrechucho en mitad de la escalera... Sí, otra vez... Y entre Uffff, pufff, y auuggggggg, augggggg abandoné aquel recinto a toda prisa, mientras mi hermano gritaba a los cuatro vientos que de esta terminaba en chirona por dejar hecho un asco un monumento nacional. Ahhhhhh... y no quiero más risitas, ni cuchicheos... Y de esto,  te juro por la cruci, que no pienso decir ni una palabra más NUNCA JAMÁS.

¡Navidad... navidad... dulce Navidad...!

Marta. Y punto... en boca.

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